lunes, 9 de junio de 2014

La Esperanza, Alma de la Educación.

Tenemos que tomar conciencia que educar es servir desinteresadamente a la singularidad y originalidad de cada ser humano. Educar es ser instrumento del gran ideal que Dios ha puesto en cada personalidad. Educar es aceptar, suscitar y dar vida, formar en la conciencia del alumno que él es la esperanza de si mismo, y al mismo tiempo el cambio de la sociedad. Para educar debemos tener esperanza y confianza en los jóvenes, saber que en ellos existen talentos, dones y valores que debemos ayudar a descubrir; para que se conviertan en los motores que impulsa su caminar. Solo en la medida en que inyectemos esperanza en una sociedad mejor en donde los alumnos se sientan comprometidos con su entorno, donde no  impongamos nada, mas bien propongamos, es cuando ayudamos a desarrollar la capacidad de elección
Para esto se hace necesario que los maestros innovemos , nos actualicemos y que la familia, el estado y la sociedad sean patrones o modelos en la evolución del proceso educativo. Si recordamos o hacemos memoria de hombres y mujeres que sus vidas fueron fuentes inspiradoras de sentimientos nobles y puros, en ellos habitaba una esperanza que fue capaz de sacarlo de si mismo y ponerlo en contacto con la realidad del momento, pienso en San Juan Bosco, Paulo Freire, Salome Ureña de Henrriquez, Eugenio Maria de Hostos, José Marti, y otros tantos que hoy son paradigmas a seguir; maestro y maestras que nunca muera la esperanza en nuestros corazones, que siempre este radiante, para que ilumine la mente, el alma, y el corazón de sus alumnos.

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